No es resignación, cuando se reconoce el fallo
Cuántas mujeres suspiramos con la idea de que ese hombre que tanto nos agrada, sea capaz de abrirnos la puerta del carro, nos extienda su mano, nos asista a sentarnos, nos sirva el vino, cargue nuestras bolsas, nos mande flores, nos escriba un poema o realice cualquier acto romántico.